el futuro no tiene cabida
en esa imagen de largos caminos
salteados de eternas rutinas.
Desliza su mano, cansada
por los surcos de la vida
dedos que tiemblan, que duelen
imposibles de secar
todas las lágrimas perdidas.
Acaricia sus cabellos
como cuando nunca fue niña
y se levanta, despacio, vencida
el espejo la observa
soledad compartida.
Ella solo tiene silencios
y así, en silencio
le da la espalda, a la vida.
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